Hacía tiempo que no se oía el tac, desde aquel último tic… pero Davideño, el flamante recién nombrado Guardián de la estrella Zahir, parecía no darse cuenta.
La nube estelar reinaba en el espacio tranquila y silenciosa, demasiado silenciosa, tras 360 días de inimaginables descubrimientos, presentaciones ante las mayores celebridades, recepciones en todos planetas y macrofiestas en las mejores estrellas fugaces, exclusivas y sólo aptas, para personajes realmente valiosos en la historia cósmica y él, Davideño, era uno de ellos.
Sólo un sospechoso rugido regular, feliz y placentero perturbaba el basto infinito.
Antes de emprender aquel increíble viaje de 365 días entre mundos desconocidos, Davideño preparó todo con sumo cuidado, tal como le habían enseñado en aquel duro curso, en el que superó con creces, la eterna lista de solicitantes a tal honorable cargo, hasta al afamado y valeroso Bilbo Bolsón con toda la comunidad del anillo. Demostró ser el duende perfecto, estatura y peso ideal pero sobre todo capacidad de estarse quieto observando el universo sin alterarlo.
Era el «trabajosueño» de su vida, incluso conocería en persona a Wall-e y a la preciosa Eva y quién sabe si, con su múltiple encanto…mnm en fin!…el era el Guardián de la preciada estrella, el máximo responsable encargado de, en el momento clave, lanzar la estrella Zahir que guía y da paso al nuevo año, sólo «eso» y si todo salía bien, quizá le renovarán otro año, otro genial año de libertad espacial, siendo el personaje más esperado y vitoreado de todo el cosmos.
Todo podría haber sido perfecto, si no hubiese sido por aquella maldita mosca que se infiltró, quien sabe cómo, sorteando todos los sistemas de seguridad y esterilización, en el lanzamiento de la nube estelar. No dejó descansar ni una sola noche al pobre Davideño, a pesar de aquellos relajantes hongüis que le regalaron en el planeta Mongüi, por cierto… hacía tiempo que tampoco se oía el terrible zumbido de aquella maldita plastosca, como Davideño, enfermo de nervios, decidió apodarla…